EL TIEMPO EN ARRABALDE
TEMPERATURAS REGISTRADAS HOY DIA 20 EN ARRABALDE:
MÍNIMAS: -2º
MÁXIMAS: 7º
VIENTO:
VELOCIDAD MÁXIMA: 14 km/h .
VELOCIDAD MÍNIMA: 2
Km/h .
Día soleado pero con
temperaturas bajas durante el día y muy frías durante la noche.
PRONÓSTICO DETALLADO DEL TIEMPO QUE SE ESPERA EN ARRABALDE PARA
MAÑANA DIA 21-12-13, MIERCOLES.
LLUVIA: 3% de probabilidades. No se espera lluvia.
CANTIDAD DE AGUA que pudiera caer: 0 litros/m2.
NUBES: 66%; cielos poco
nubosos hasta las 4; nubosos y cubiertos hasta las 13 y despejados el resto.
COTA DE NIEVE: A 1900 m . (Arrabalde está a 776 metros, y el punto más alto de la
sierra a 989 m.) Los pronósticos señalan nieve para los días
25 y 26 a
800 m .,
de lo que se deduce que podría nevar en Arrabalde.
VIENTO: Soplará de procedencia
variable a lo largo de toda la noche y todo el día, con velocidad entre 7 y 11 km/h.
TEMPERATURAS: Las mínimas estarán
en el entorno de los -2º, y las máximas alcanzarán 8º, pero
descenderán con rapidez y sobre las 20 horas ya habrán alcanzado -1º.
HUMEDAD RELATIVA DEL AIRE: Oscilará
entre la máxima del 85% (10 horas) y la mínima del 47% (16 horas).
PRESIÓN ATMOSFÉRICA: Oscilará entre 1030 y 1034 hPa.
TRUENOS: 0% de
probabilidades.
SOL: Los que madruguéis en
Arrabalde podréis comprobar que el sol saldrá a las
08,48 horas; por la tarde se pondrá a
las 17,55 horas.
LUNA: 82% de iluminación.
Luna nueva el día 31 de diciembre.
Días que llevamos de otoño: 89
Días que faltan para la llegada del invierno: Ninguno, mañana entra el invierno
Días que faltan para la llegada de la Navidad : 04
El
otoño durará 89 días y 20 horas, y terminará el 21 de diciembre con el
comienzo del invierno.
ANTIGUO REFRANERO ESPAÑOL: La buena vaina no hace buena espada.
Lo
dijo J. Joubert: “La ternura es la pasión en reposo…”
SE ACERCA LA NAVIDAD Y HOY QUIERO FELICITAROS ESTAS ENTRAÑABLES FECHAS CON LA FOTO DE UNO DE LOS MOLINOS DE ARRABALDE, HECHA EL AÑO PASADO DURANTE UNA DE LAS NEVADAS QUE CAYERON.
Os animo a ver el vídeo y escuchar su contenido a través del siguiente enlace, es del poeta Aurelio Fernández Ovies. Os gustará.
Lo que más nos movía y nos entusiasmaba, como siempre
sucede, era el tiempo de espera, la ilusión prematura, las calles con las luces
de las grandes ciudades, los anuncios con pinos, trineos y nevadas. Lo que más,
era el halo de bondad que brillaba en la luz de los días más breves de la vida,
el frío que incitaba a estar en torno al fuego, el aroma a cariño y a paz y
espumillón y nueces melancólicas que inundaba la casa.
Y también arrancar al almanaque antiguo sus últimas jornadas y colgar uno nuevo en la pared, debajo de la radio, con retratos de gatos en un cesto o la imagen de un santo o una virgen que derramaba lágrimas. Pegar en los cristales recortes de revistas: hojas verdes de acebos, estrellas y tambores, siluetas de montañas. Y encender pronto el árbol, aunque gastara luz, repleto de postales y motas de algodón y cantar villancicos, en vez de hacer deberes, desde por la mañana, aquel de aquellos peces que bebían en el río y el del chiquirritín, chiquirriquitín, queridito del alma y el del rín, rín, yo me remendaba, yo me remendé, aquellos de Belén y ángeles y campanas.
Y ver sobre la mesa tantas cosas tan ricas, sopas de ajo con pan duro y con claras; algún pez grande al horno, pescado por mi padre; un poco de jamón y algún fiambre y queso; compota hecha de pera, higos pasos, manzanas. Y partir el turrón, tan gordo y tan sabroso, con martillo y cuchillo. Y comer mazapanes que llegaban de Soto y espesos polvorones de aquellas grandes cajas. Y saborear la dicha de estar juntos y alegres (aunque fuera mentira, parecíamos siempre más contentos que nunca), y escuchar a Juanita, que cantaba las coplas de allá de Puerto Lápice, con zambomba y con palmas.
Y soñar que aún quedaban muchos días de fiesta y noches espaciosas de ir muy tarde a la cama. Y aguardar por los Reyes que aún estaban lejanos, cuyo perfil veíamos en cualquier sombra o nube, en cualquier astro claro del cielo inalcanzable, en cualquier rama seca con corona de muérdago. Y echar en los buzones los deseos imposibles escritos con remite en inocentes cartas. Y esperar. Lo que más nos gustaba, como ocurre a los hombres, era el preámbulo intenso, la agitación del antes, la ensoñación, la dicha de lo previo o lo núbil, la emoción imprecisa de la propia esperanza.
Y también arrancar al almanaque antiguo sus últimas jornadas y colgar uno nuevo en la pared, debajo de la radio, con retratos de gatos en un cesto o la imagen de un santo o una virgen que derramaba lágrimas. Pegar en los cristales recortes de revistas: hojas verdes de acebos, estrellas y tambores, siluetas de montañas. Y encender pronto el árbol, aunque gastara luz, repleto de postales y motas de algodón y cantar villancicos, en vez de hacer deberes, desde por la mañana, aquel de aquellos peces que bebían en el río y el del chiquirritín, chiquirriquitín, queridito del alma y el del rín, rín, yo me remendaba, yo me remendé, aquellos de Belén y ángeles y campanas.
Y ver sobre la mesa tantas cosas tan ricas, sopas de ajo con pan duro y con claras; algún pez grande al horno, pescado por mi padre; un poco de jamón y algún fiambre y queso; compota hecha de pera, higos pasos, manzanas. Y partir el turrón, tan gordo y tan sabroso, con martillo y cuchillo. Y comer mazapanes que llegaban de Soto y espesos polvorones de aquellas grandes cajas. Y saborear la dicha de estar juntos y alegres (aunque fuera mentira, parecíamos siempre más contentos que nunca), y escuchar a Juanita, que cantaba las coplas de allá de Puerto Lápice, con zambomba y con palmas.
Y soñar que aún quedaban muchos días de fiesta y noches espaciosas de ir muy tarde a la cama. Y aguardar por los Reyes que aún estaban lejanos, cuyo perfil veíamos en cualquier sombra o nube, en cualquier astro claro del cielo inalcanzable, en cualquier rama seca con corona de muérdago. Y echar en los buzones los deseos imposibles escritos con remite en inocentes cartas. Y esperar. Lo que más nos gustaba, como ocurre a los hombres, era el preámbulo intenso, la agitación del antes, la ensoñación, la dicha de lo previo o lo núbil, la emoción imprecisa de la propia esperanza.
Aurelio González
Ovies
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