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jueves, 1 de noviembre de 2018

Subieron un poco las temperaturas

              ARRABALDE EN LA NUBE… Y EN EL CORAZÓN.

01 DE NOVIEMBRE DE 2018.-JUEVES

EL TIEMPO EN ARRABALDE Y SU ENTORNO


CONTENIDO: REFRANERO, LÉXICO, NOTICIAS Y/O CURIOSIDADES, UN MINUTO DE POESÍA, FOTOS Y EL TIEMPO.

ANTIGUO REFRANERO ESPAÑOL.- A la hambre no hay mal pan.

Que es tanto como decir que a buen hambre no hay pan duro. Es decir, que cuando la necesidad aprieta no se repara en la calidad de las cosas, se come lo que se tiene al alcance sin poner reparo alguno.

Dice Sebastián de Horozco en su Teatro Universal de Proverbios:

Quando el hombre está hambriento
con aquellas agonías
con qualquier mantenimiento
se harta y está contento
sin buscar más gollorías.
Assí con justa raçon
dice el antiguo refrán
reprehendiendo al gloton
que tengamos atención
que a la hambre no ay mal pan.


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“La costumbre usada y recibida hace que sea un primor y gentileza lo que en otra lengua y a otras gentes paresciera muy tosco”
                                                                               Fray Luis de León.

LÉXICO ARRABALDÉSUna sencilla recopilación de las viejas palabras que se usaban en Arrabalde; muchas de ellas restos del antiguo dialecto leonés; otras solo usadas en la comarca de Benavente y los Valles y en la Valdería, muchas ya desaparecidas y otras con tendencia a desaparecer. Y también algunas que solo son simples localismos inventados en Arrabalde, fruto del ingenio de los arrabaldeses. (Todo ello sin pretensiones didácticas, tan solo un recordatorio con el único propósito de que no se olviden).

(Cada día definimos una palabra nueva, una frase  o un lugar de Arrabalde).- Hoy recordamos la palabra: RESABIAO.

Resabiao.-Resabiado. Dicho de una persona, que se ha vuelto desconfiada, áspera e incluso agresiva ante determinadas situaciones.

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UN MINUTO DE POESÍA.- Espacio abierto a quien desee publicar alguna de sus obras poéticas, tanto en verso como en prosa poética. Puede hacerlo con su nombre o con seudónimo, o como prefiera. Los envíos podéis remitirlos al correo:castrocelta@hotmail.com.

Poesía para hoy.- Hoy vamos a leer un poema de Ángel de Pablos Chapado.

AL PASAR… 
Hospicianos que pasan alineados
con los ojos cerrados al amor.
Pobres niños que son, uniformados,
 las milicias eternas del dolor.

¿Por qué van con las frentes humilladas
y los ojos sin luz y sin afán?…
¿Qué horizontes pasean sus miradas?…
¿Con qué sueñan -si sueñan-?… ¿Dónde van?…

Hospicianos patéticos e iguales
-gorras negras y azules delantales-
que pasan entre el pueblo aglomerado.

¿No sabéis, pobres niños inocentes,
que es el mundo que humilla vuestras frentes
el mismo que os contempla acongojado?

                             Angel de Pablos Chapado
Octubre 1929

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FOTOS DE AYER Y DE HOY.-Más imágenes de la recreación histórica llevada a cabo en Astorga relacionadas con la Guerra de la Independencia.

Napoleón en su campamento en "el parque de la Sinagoga" en Astorga. No pudieron encontrar una persona con mayor parecido con Napoleón.



                                            Uno de sus uniformes colgado en el interior de su tienda.

                                                                        Soldados franceses

                                         Húsares del ejército fracés perfectamente caracterizados





                                                 Oficiales del alto estado mayor francés.

                                                                Sable de húsar




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 EL PULSO DEL TIEMPO EN ESTE DÍA QUE PASÓ:

TEMPERATURAS REGISTRADAS HOY:

Mínimas: 0º
Máximas: 14º
TEMPERATURA Y DATOS REGISTRADOS A LAS 24,00 HORAS DE HOY: El termómetro marca ;  los cielos están con intervalos nubosos.

Viento: Sopla del sureste con intensidad media de 14 km/h.
Humedad relativa: 89%.
Presión atmosférica: 1019 hPa

QUÉ TIEMPO TUVIMOS HOY: Alternancia de cielos con intervalos nubosos y nubosos durante todo el día; también con algunos momentos de sol. En algún momento llovió algo pero débilmente y durante muy poco tiempo.
Llovió bastante la noche del 30 para el 31 y durante todo el día siguiente.

ESTO ES LO QUE SE ANUNCIA PARA MAÑANA, DIA 02 DE NOVIEMBRE: 

LLUVIA: 30%. En principio no se espera lluvia.
CANTIDAD DE AGUA QUE PUEDE CAER: 0 litros por m2.
NUBES: 80%.-Cielos nubosos de 2 a 7 de la mañana; intervalos nubosos hasta las 10; nubosos hasta las 13; intervalos nubosos hasta las 16 y nubosos el resto del día..
VIENTO: Soplará entre 8 y 15 Km/h.
TEMPERATURAS: Las previsiones en “eltiempo.es” señalan  mínimas de 9º y máximas de 18º.  En cambio la página de AEMet señala de mínima y 18 de máxima.
TRUENOS: No
SOL: Saldrá a las 7,59 horas; por la tarde se pondrá a las 18,16 h.

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Vamos a recuperar historias, relatos, cuentos y leyendas relacionados con Arrabalde. Incluso  algún otro no relacionado con el pueblo, pero que pueda tener interés.
                      

Hoy un relato basado en un hecho real:

DE CÓMO LAS CAMPANAS DE ARRABALDE TOCARON SOLAS LA NOCHE DE DIFUNTOS.

-Sucedió hace 73 años-

Por Onésimo Villar Carrera

¡Cuidado no se vaya a escapar!, prepara el saco y ajústalo bien a la boca de la madriguera.

-No te preocupes, que este ya es nuestro.

-Ulpiano, prende el manojo de hierbas y tíralo dentro con fuerza, y tú José, pon inmediatamente el saco bien sujeto a la entrada, que este jodío va a salir como una flecha.

Desde el interior de la reducida madriguera unos brillantes ojos contemplaban desesperados las maniobras de aquellos tres mozos. Cuando las encendidas hierbas cayeron cerca de sus patas se aplastó gruñendo contra el fondo de la cueva, pero sus reducidas dimensiones no le permitieron alejarse lo suficiente de las llamas, por lo que cuando estas comenzaron a chamuscarle los pelos y el humo le hizo el aire irrespirable, salió como un rayo enseñando sus afilados colmillos.

-¡Cuidado que viene!

Y se precipitó ciego de rabia en el áspero saco que tapaba la boca de la cueva.

-¡Rápido Ulpiano, la cuerda!

-Este es más pequeño que el de la semana pasada.

-Bueno, también estará más tierno. Vamos para el pueblo, que hay que matarlo y desollarlo, lo dejamos al sereno esta noche y mañana por la tarde que lo guise tu madre José, que esta vez le toca a ella, y a la noche lo zampamos en la bodega.

-¡Coño, Orencio…!, mi madre no sé si querrá, dice que los raposos le huelen mal.

-¡Que se deje de olores ni de leches!, lo que cuenta es llenar la endorga. Que le eche unas buenas guindillas picantes y un puñado de tomillo, que eso le quita el olor a alimaña.

Todo esto ocurría el día 31 de octubre de 1945 en la sierra de Arrabalde. Aquel año, como todos los anteriores desde que finalizó la guerra, no había sido bueno para nadie, y por aquellos tiempos muchos se acostaban con apenas unas escasas sopas de ajo por toda cena. Y como el hambre agudiza el ingenio, conejos, liebres, gatos, raposos, lagartos, ranas, mincharros y cualquier bicho comestible o medio comestible que volara o se moviera sobre la superficie terrestre, corría el riesgo de servir de cena a cualquier estómago  necesitado de los muchos que por allí abundaban.

Años más tarde se harían populares en el pueblo unas significativas coplillas que decían:

“Los conejos de la sierra
 le piden a San Isidro,
que se muera Peluca
 y la perrica de Sixto”.

“¡Qué bueno está el gato
que mató “Bueyzón”,
lo comen los quintos
en el pocerón”. (1)

“Peluca”, -Luis-, era un mocetón de una estatura inusual para aquellos tiempos, que junto con la perra de Sixto tuvo fama de ser durante años el azote de los conejos de la sierra.

A las once y media de la noche del día 1 de noviembre, sentados alrededor de la lumbre en la bodega de José, aquellos hambrientos mozos ya habían dado buena cuenta del infeliz raposo, abundantemente regado con el buen vino de la tierra, que no es que tuviera muchos grados, pero… ¡¡Dios qué bueno estaba y como se dejaba beber!!.

Y entre ronda y ronda, acompañadas estas como era de rigor por las obligadas canciones, acabaron con más de seis jarras de vino.

-Venga, vamos a echar la última, que este jodío daba más a monte que el de la otra vez.

-Venga, por José.

Y cogiendo éste la jarra de barro llena de vino, iniciaban la ronda cantando agrito pelado:

-Le decimos a José
le decimos la verdá,
que si no bebe vino
es que no tiene caridá.
¡Qué beba!, ¡qué beba!,
que más hay en la cueva,
¡¡que churru, que murru, que pun!!
¡Ay que alegres son!,
los de esta compañía,
¡ay que alegres son!,
que deme usté el porrón.
¡¡Chis pon!!

La filosofía de la canción consistía en que, a su inicio, el nombrado en ella levantaba la jarra en alto y comenzaba a beber en cuanto se oía el primer “¡qué beba!”, no cesando hasta que llegaba el “pun”, acompañando a continuación en el canto a los demás, hasta concluir la canción. Acto seguido se pasaba la jarra al siguiente y se iniciaba de nuevo la cancioncilla diciendo su nombre en el primer verso, y así hasta que la jarra pasaba por todos los presentes, siendo frecuente que se acabara el vino de la misma antes que la ronda si estos eran muchos, interrumpiendo en ese momento la canción para, en un santiamén, tirar del tapín, llenarla de nuevo y continuar el rito.

Pero por si a alguno de los presentes se le ocurría beber poco mientras le cantaban el “que beba”, estas estrofas se repetían muy lentamente, para que tuviera tiempo de empaparse hasta los ojos mientras llegaba el “pun”.

No era este el caso de los tres mozos, capaces si los hubieran dejado, de beberse la cosecha de vino de medio pueblo, aunque para ello tuvieran que comerse a todos los raposos de la sierra y del Monte Carpurias.

-Bueno, vamos, que por hoy ya está bien, -anunció Ulpiano con los ojillos vidriados por el vino.-

Y cerrando la pesada puerta de encina, abandonaron la cálida bodega perdiéndose en la oscuridad de la noche por el camino que los llevaría al Rollo.

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No sé si faltaría mucho para que dieran las doce de la noche, o si ya habrían pasado, pero sobre esa hora más o menos, desde la torre de la iglesia se oyó el primer campanazo tocando a muerto. Varios segundos más tarde sonó de igual manera la campana menor lanzando su tétrico mensaje por entre las oscuras y solitarias calles del pueblo.

Un escalofrío recorrió a doña Sofía, maestra del lugar, que dormía en una casa próxima a la iglesia. ¿Quién se habrá muerto?, -se preguntó-, ¿sería la tía Tomasa que se encontraba tan mal?, o quizás el tío Ambrosio que decían que ya estaba en las últimas.

Bueno, fuera quien fuera, mañana tendría tiempo de enterarse, pero… ¡qué casualidad, mira que ir a morirse la noche de difuntos!

Pero las campanas no se limitaron a tocar solo un rato, como hubiera sido lo normal; siguieron lanzando al aire su lento y lúgubre sonido una vez, y otra, y otra, y otra… metiéndose por las gateras de las puertas y por los resquicios de las ventanas hasta golpear en los oídos de las tranquilas gentes de Arrabalde. No era lógico que cuando alguien se moría, estuvieran encordando tanto tiempo, así que algo inusual y extraño estaba ocurriendo.

Don Antonio, el cura, ya había cambiado tres veces de postura en la cama, hasta que, incapaz de conciliar el sueño, decidió averiguar lo que estaba pasando. Si se había muerte alguien lo hubieran tenido que avisar, y si no se había muerto nadie ¿por qué demonios estaban tocando las campanas? ¡Cómo se tratara de una broma, alguno iba a conocer su genio!

Se tiró de la cama, se puso a toda prisa unos viejos pantalones que rápidamente cubrió con la sotana y encendiendo un farol de aceite echó mano de su inseparable cacha, dispuesto a acabar con aquella historia.

La plaza de la iglesia estaba más oscura que boca de lobo, pues no había en ella ni una mala bombilla que la iluminara, tan solo el farol de Clementino, el sacristán, que ya había llegado preocupado también por la insistencia de los toques, rompía la oscuridad con su débil luz.

-Clementino, ¿quién está tocando las campanas?, le preguntó el cura con voz destemplada.

-Buenas noches don Antonio, pues mire usté, no lo sé, ni tampoco se de “naide” que se haya muerto.

-Bueno, pues hala, sube al campanario y echa para abajo a los que están tocando las campanas, que yo los esperaré junto a las escaleras.

Y mientras se iba acercando a los primeros peldaños de piedra, le decía entre dientes a la cacha; “Hoy me parece que vas a medir los lomos de algún gañán”

-Pero, señor cura… es que…, subir yo solo a la torre con lo oscuro que está…

-Déjate de monsergas Clementino, ¿no llevas el farol?, ¡o es que tienes miedo!

-No…, no es eso, es que…

-Bueno, pues hala, p’arriba.

Y el bueno de Clementino inició la subida al campanario con el culo apretado, según contó el mismo al día siguiente, aunque no fue nada comparado a como lo tenía cuando bajó la segunda vez.

Para entonces, y debido a la insistencia de los toques, habían ido llegando a la plaza un buen número de vecinos a interesarse por el posible muerto, entre los que se encontraban el tío Domingo el alcalde, Pascual, Dionisio, Baltasar, la tía María, Josefa, Ciriaca y unos cuantos más que, a prudente distancia de la torre, especulaban entre ellos sobre quien estaría arriba tocando a muerto.

Cuando Clementino llegó al oscuro campanario, esperaba ver a dos o tres mozos agarrados a los bajados de las campanas, pero su sorpresa no tuvo límites cuando a la mortecina luz del farol lo vio vacío.

Desde abajo vieron el tenue resplandor luchar durante unos instantes con las sombras, y acto seguido salir disparado hacia abajo como si hubiera visto al mismo Lucifer tocando a muerto.

Cuando llegó resoplando a la altura del cura, que ya esperaba con la cacha preparada, tenía tal tembleque en las piernas que apenas si podía sostenerse.
-D… D… Don Antonio, a…a…allí no había nadie.

-¡Pero qué dices, hombre!

-L…L…Le juro que no había nadie, que las campanas tocaban solas. Vi muy bien como se movían solos los badajos.

-Di mejor que el miedo que llevabas no te dejó ver ni las campanas, pero de esos me encargo yo. ¡Van a bajar a bastonazo limpio!

Y uniendo la acción a la palabra, el bravo cura arremangó la sotana e inició el ascenso seguido varios escalones más abajo del atemorizado sacristán.

Cuando iba a media escalera, inesperadamente dejaron de tocar las campanas, lo que hizo suponer al enfadado clérigo que los culpables ya lo habían visto y se resignaban a rendirle cuentas. Pero cuando llegó al descansillo de piedra y levantó el farol esperando que a su luz aparecieran las siluetas de los “campaneros”, un escalofrío le recorrió la columna vertebral, al no divisar a nadie. Avanzó unos pasos más en el silencioso campanario y con paso cauto se internó en él mientras lo invadía una extraña sensación de inseguridad. El sacristán tenía razón, aquello estaba vacío; entonces ¿quién o qué había tocado las campanas?, porque allí no había donde esconderse y la única entrada y salida era la escalera por la que él había subido.

Y, de repente, a la luz del farol, vio como el enorme badajo de la campana mayor comenzaba a moverse lentamente hasta golpear con fuerza el viejo bronce, haciendo vibrar con su lúgubre sonido hasta la última célula del ya asustado cura.

-Don Antonio, ¿ve a alguien?, le preguntó desde los últimos escalones el tembloroso sacristán.

Pero por toda respuesta solo vio que, a toda velocidad, a pesar de lo empinado de la escalera, el cura se le echó encima apartándolo con fuerza, mientras con los ojos terriblemente abiertos, iba diciendo: ¡A…Ánimas benditas! ¡Ánimas benditas!, s…son l… las ánimas las que tocan las campanas!

Clementino no necesitó más, al verse solo allí arriba, arrancó detrás del párroco gritando como un poseso mientras imaginaba una legión de espíritus que riéndole echar mano por detrás.

La gente de la plaza, al ver la velocidad a la que bajaban los faroles y oír los desaforados gritos del sacristán pidiéndole al cura que lo esperara, y gritando que las ánimas tocaban las campanas, se perdieron por las calles como alma que lleva el diablo, como si ellos mismos fueran los perseguidos. Pues en aquellos tiempos, contra los espíritus, lo único sensato que se podía hacer, era correr.

-¡Ay, Diosico!, ¡Ay, madrica!, esperaime, no me dejéis aquí…!, gritaba la tía María mientras levantaba el rodete para correr más deprisa, y aunque tardó un poco más que los otros, cuando entre sofocos y toses llegó a casa, una vez dentro le dio dos vueltas a la llave por si acaso.

A la mañana siguiente, cuando Honorio el cabrero fue a “tocar a las cabras” (2), encontró un farol roto junto a la escalera del campanario y unas galochas en la plaza que nadie llegó a reclamar; pero la cacha del cura y el otro farol, perdidos también en la huida, no aparecieron jamás.

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Si alguien durante la agitada noche se hubiera fijado en el balcón del ayuntamiento, único edificio próximo a la iglesia por aquel lado, hubiera podido ver la sombra de tres mozos agazapados en él que, reventando de risa, iban tirando sucesivamente de dos hilos de sedal de pescar, que previamente habían atado a los badajos de las campanas.

Ni Don Antonio ni el sacristán, ya fallecidos, ni aquellos vecinos del pueblo, la mayoría ya fallecidos también, supieron nunca el bromazo del que fueron objeto.

Los autores ya supondrán los lectores quienes fueron: los tres mozos de la bodega; por cierto que uno de ellos era el padre del que esto suscribe, cuyo relato escuché de pequeño.

Seguro que todavía hay alguna persona en el pueblo que se acuerda de aquella noche y del miedo que pasaron, pues no en vano… ¡¡era la noche de difuntos!!

(1)        Pocerón: Zona de bodegas de Arrabalde.
(2)        Llamada que hacía el cabrero todas las mañanas tocando repetidamente la esquila (campana más pequeña) para que los vecinos sacaran sus cabras.


 (Relato publicado en la sección dominical del diario La Opinión-El Correo de Zamora, el 5 de diciembre de 1993). 


                                           Campana mayor

                                                                         Campana menor

                                                                     Vista frontal de la iglesia

                                                            Torre y campanario visto por detrás

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