ARRABALDE EN LA NUBE… Y EN EL CORAZÓN.
22 DE ENERO DE 2018.-LUNES
EL TIEMPO EN ARRABALDE
Y SU ENTORNO
CONTENIDO: REFRANERO, LÉXICO, NOTICIAS Y/O CURIOSIDADES, UN MINUTO DE
POESÍA, FOTOS Y EL TIEMPO.
ANTIGUO REFRANERO
ESPAÑOL: Hazte de miel
y te comerán las moscas.
Nos dice este muy antiguo refrán, que el buenismo en extremo,
la complacencia, la excesiva blandura de carácter y la tolerancia, traen
consigo abusos sobre las personas que son así.
VARIANTES:
Hay muchas variantes sobre
este refrán, así que solo voy a citar algunas:
Haceos de
miel, y paparos han (las) moscas
Al que se hace
de miel, se lo comen las moscas
Haceos miel, y
comeros han las moscas
Haceos miel y
paparos han moscas. Esta variante del refrán lo cita casi igual el salmantino Sancho Muñón en la Tragicomedia de Lisandro y Roselia, y que a su vez repite Sancho
con motivo de los consejos que D. Quijote le da cuando se va a la ínsula de Barataria.
Y que una vez
en Barataria vuelve a repetir Sancho con una pequeña modificación: Haceos
miel y comeos han moscas. (Cervantes. El Quijote II. Cap. XLIX)
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LÉXICO ARRABALDÉS. Una
sencilla recopilación de las viejas palabras que se usaban en Arrabalde; muchas
de ellas restos del antiguo dialecto leonés; otras solo usadas en la comarca de
Benavente y los Valles y en la Valdería, muchas ya desaparecidas y otras con
tendencia a desaparecer. Y también algunas que solo son simples localismos
inventados en el pueblo, fruto del ingenio de los arrabaldeses.
(Todo ello sin pretensiones didácticas, tan solo un recordatorio con el único
propósito de que no se olviden).
(Cada día definimos una palabra nueva, una frase o un
lugar de Arrabalde).- Hoy recordamos la palabra: PEÓN
Peón: Palo situado
de forma vertical en la parte delantera de la vara del carro, sobre la que
descansa cuando está apoyado en el suelo. También sirve para asegurar la unión
del carro al yugo, y facilitar la labor de la pareja de tiro. La sujeción
del carro al yugo se hace con una larga y fuerte correa de cuero llamada “sobeo”.
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UN MINUTO DE POESÍA.- Espacio abierto a quien desee
publicar alguna de sus obras poéticas, tanto en verso como en prosa poética.
Puede hacerlo con su nombre o con seudónimo, o como prefiera. Los envíos podéis
remitirlos al correo: castrocelta@hotmail.com.
Hoy
leemos un poema de Francisco Villaespesa, poeta, periodista, dramaturgo y
novelista español nacido en el 1877. Estudió en la universidad de Granada y a los 20 años
trasladó su residencia a Madrid para dedicarse al periodismo. Ferviente
admirador del poeta nicaragüense Rubén Darío, fue su mejor discípulo y el más
genuino continuador del estilo modernista iniciado por éste.
Villaespesa
gozó en vida de una popularidad inmensa. Su fecundidad fue pasmosa y por ello,
algunos críticos reprochan que esa fecundidad y fogosidad en su escritura, le
hacían publicar a borbotones por su enorme facilidad para la versificación,
pero no depuraba ni seleccionaba sus escritos. Entre sus miles de
poesías se pueden seleccionar algo más de un centenar de auténtica inspiración y
belleza, dignas de las más admirables del parnaso español.
III
Frescura matutina del paisaje...
Verdores temblorosos del rocío...
A veces bajo el túnel del ramaje
brilla al sol la serpiente azul del río...
Hay olor de vendimia en los parrales.
Un silencio de paz duerme en la aldea...
Sólo algún perro ladra en los umbrales
del viejo hogar madrugador que humea.
En la azul palidez de la mañana,
cerrada para siempre la ventana
de las nocturnas citas... ¡Con sus hojas
dosel la enredadera le tejía,
y su pálido rostro sonreía
entre un temblor de campanillas rojas!
Verdores temblorosos del rocío...
A veces bajo el túnel del ramaje
brilla al sol la serpiente azul del río...
Hay olor de vendimia en los parrales.
Un silencio de paz duerme en la aldea...
Sólo algún perro ladra en los umbrales
del viejo hogar madrugador que humea.
En la azul palidez de la mañana,
cerrada para siempre la ventana
de las nocturnas citas... ¡Con sus hojas
dosel la enredadera le tejía,
y su pálido rostro sonreía
entre un temblor de campanillas rojas!
Francisco Villaespesa
FOTOS DE AYER Y DE HOY.- Chocolate
para todos.
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EL PULSO DEL TIEMPO EN ESTE DÍA QUE PASÓ:
INVIERNO: Comenzó
el día 21 de diciembre y finalizará el 20
de marzo del 2018 con la entrada de la primavera.
TEMPERATURAS REGISTRADAS HOY:
Mínimas: -1º
Máximas: 13º
TEMPERATURA Y DATOS REGISTRADOS A LAS 24,00 HORAS DE HOY: El
termómetro marca 5º; a
esta hora los cielos están con
intervalos nubosos.
Viento: Sopla del nordeste, con
velocidad media de 4 km/h.
Humedad relativa: 93%.
Presión atmosférica: 1031 hPa
QUÉ TIEMPO TUVIMOS HOY: Mañana agradable y soleada, y con los cielos nubosos por
la tarde. Nieblas en los inicios de la noche.
ESTO ES LO QUE SE ANUNCIA PARA MAÑANA DIA 23 DE ENERO:
LLUVIA:
30%. No se espera lluvia.
CANTIDAD
DE AGUA QUE PUEDE CAER: 0
litros por m2.
NUBES: 70%.- Cielos nubosos hasta las 13 horas; intervalos nubosos hasta
las 16; despejados hasta las 19 y poco nubosos el resto
del día.
NIEBLA: Pudieran formarse nieblas sobre la sierra y de carácter mayoritariamente
nocturno sobre el pueblo, que irán desapareciendo a medida que avance la
mañana.
VIENTO: Soplará entre 1 y 8 Km/h
TEMPERATURAS: Se esperan mínimas
de 1º y máximas de 10º.
TRUENOS: No
COTA DE NIEVE: Sin
registros.
SOL: Saldrá a las 8,45
horas; por
la tarde se pondrá a las 18,24
h.
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HISTORIA TRISTE DE ENERO
Las fiestas de la Navidad
son fechas para fomentar las relaciones familiares, para la alegría y para el
amor fraterno, pero a veces la tristeza y la soledad muerden con tanta fuerza que no hay forma de librarse de
ellas.
La historia
que os voy a contar está basada en un hecho real y sucedió en un pueblo de la
provincia de León.
Se acababa de producir el cambio de milenio y la Navidad ya
había tocado a su fin. Hacía unos días que Juan no veía ni sabía nada de su
amigo Antonio, y como eso no era normal en él, lo tenía algo preocupado.
Antonio vivía solo, hacía unos años que había enviudado, sus
dos hijos estaban en el extranjero y Juan era prácticamente su único amigo, con
el que se veía casi a diario, aunque los helados días del invierno no animaban
mucho a salir de casa.
Como lo había llamado reiteradamente por teléfono sin obtener
respuesta, se dirigió a su casa, la única habitada de la calle en un pueblo que
se estaba quedando deshabitado irremediablemente, y tocó insistentemente el
timbre sin que Antonio le abriera la puerta. Así que, preocupado, se dirigió al
ayuntamiento y le dijo al secretario que quería hablar con el Alcalde. Pasó a
su despacho y le explicó a Fernando, que así se llamaba el edil, lo que pasaba
con Antonio, del que hacía días que no sabía nada ni contestaba a sus llamadas.
El pueblo, por aquel entonces no tendría más allá de 160
habitantes y allí todo el mundo se conocía; antes, cuando algún vecino tenía un
problema todos se esforzaban en ayudarlo, y el primero el alcalde, pero ahora
todo había cambiado y cada uno hacía su vida sin preocuparse mucho de los
demás.
Fueron a la casa de Antonio, que seguía cerrada, y llamaron
de nuevo sin que contestara a sus llamadas, así que el alcalde sacó su teléfono
móvil y llamó a la Guardia Civil.
Media hora más tarde apareció un coche oficial con el
Comandante de Puesto y un Guardia, a los que les explicaron el problema,
decidiendo forzar la cerradura y pasar al interior, pues nadie tenía la llave.
Se trataba de una pequeña casa de planta baja y piso,
sencilla y humilde. La puerta de la calle daba entrada a un corto pasillo del
que se pasaba directamente a la cocina y a la estancia que hacía las veces de
salita-comedor. Este último estaba amueblado con un viejo mueble de aquellos de
los años setenta, con varios estantes para libros, algunos cajones, un estante
de dos alturas con puerta donde se guardaban las botellas de licor y tres
huecos en la parte inferior del mueble, también con puerta, donde las amas de
casa solían guardar la vajilla y la cubertería de los días de fiesta y fechas
señaladas.
Había pequeñas figuras en las estanterías, la mayoría
recuerdos de bodas y bautizos. El resto de la estancia lo ocupaban un tresillo
y dos viejos sofás de imitación piel color granate, una pequeña mesa de centro
y una estufa de gas que conoció tiempos mejores.
De las paredes colgaban antiguas fotos familiares en blanco y
negro, la de la boda de Antonio y su mujer del día en que se casaron, hacía ya
más de 60 años, y las de la primera comunión de sus hijos. Y de una pared
lateral un descolorido tapiz con unos caballos corriendo con las crines al
viento.
Todo estaba lleno de polvo y se respiraba tristeza y soledad.
La casa, bajo el sombrío abrazo del silencio, atenazaba el ánimo de los allí
presentes, que avanzaron inquietos hacia la puerta que comunicaba con el patio,
temiéndose lo peor.
Este era un rectángulo descubierto de unos treinta metros
cuadrados aproximadamente, por el que entraba la luz y respiraban las estancias interiores. En su
extremo derecho, debajo del corredor, estaba adosada una antigua escalera de madera
con los peldaños desgastados por el uso y el tiempo, paso obligado para
ascender al corredor y a la planta alta.
Y entonces lo vieron, caído sobre sí mismo en una extraña
postura junto a los primeros escalones. Juan se tapó la boca ahogando una exclamación,
el Alcalde solo acertó a murmurar “pobre
Antonio” sintiendo que se le humedecían los ojos, y el Sargento respiró
hondo tratando de llevar aire a sus pulmones, en un intento de aliviar la
presión que le oprimía el pecho.
Para él solo sería uno más de los muchos cadáveres que había
tenido que levantar a lo largo de su vida profesional, pero no lograba
vacunarse del todo contra el dolor de las desgracias ajenas que, aunque nadie
se percataba de ello, le producían desazón y una desagradable punzada en el
pecho.
Al acercarse vieron que una cuerda rodeaba aún con fuerza el
cuello de Antonio, y que de una viga del techo colgaba la otra parte. Estaba
claro que Antonio se había colgado y que la cuerda, de mala calidad, se había
roto.
Se culpaba por ser tan sensible y no ver tan solo un cadáver,
cumplir fríamente con su obligación y pasar página. Sin embargo no podía evitar
mirar más allá, imaginarse los motivos humanos del suceso, la terrible soledad
del fallecido, las causas que lo pudieron llevar a tomar tal decisión, el
posterior dolor de sus familiares y la consternación de sus amigos.
El Sargento le practicó un breve examen comprobando que el cuerpo
no tenía signos de violencia; presentaba livideces cadavéricas y estaba rígido
y helado. Calculó que llevaría tres días muerto, pero las extremas temperaturas
de estos últimos días habían retrasando el proceso de descomposición.
Cubrieron su cuerpo con una manta y salieron para el exterior
desde donde el Sargento a través de la emisora del vehículo oficial dio órdenes
para que avisaran al Juzgado, al forense y a la funeraria de guardia, para que
una vez realizados los trámites legales pudieran proceder al levantamiento del
cadáver. El resto de las diligencias y los informes los concluiría a su regreso
al Cuartel.
Más tarde, el Alcalde y Juan dijeron que jamás olvidarían los
ojos de Antonio, ya sin vida pero aún abiertos y mirando a ninguna parte, la
lengua fuera y la horrible fila de hormigas que entraban y salían por sus
oídos, la nariz y la boca.
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La soledad ha sido una
de las peores enfermedades del ser humano en todos los tiempos.
O.V.C.
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